«Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es
en ella una maravilla.» (G.K. Chesterton)
A través de los años se ha dado exhaustiva exposición a un sinnúmero de manifestaciones del folclor panameño: Los textos y coplas del tamborito panameño, la pollera y sus accesorios, las supersticiones y el folclor lingüístico, entre otros. Sin embargo, en un mundo cada vez más ajetreado es importante mencionar que recientemente se ha dado un gradual redescubrimiento de los juegos y la juguetería tradicional panameña. Juguetes que en medio de la modernidad aún sobreviven en la memoria de muchos panameños.
Es notorio que el niño de este siglo ha perdido mucho de la candidez propia de la infancia. Como producto de una sociedad altamente tecnificada, el espacio para el desarrollo de habilidades psicomotoras y la interacción social ha sido suplantado por el mundo virtual gracias al consolidado posicionamiento del teléfono celular como objeto de entretenimiento.
En esta edición nos referiremos, quizás de forma muy sucinta, a algunos juguetes tradicionales elaborados, por artesanos, por padres de familia o por los propios niños, muchas veces con materiales obtenidos del entorno.
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Niños panameños, 1940 -1942 / Fuente: https://www.vintag.es/ |
Muchos recordarán...
La artesanía del juguete panameño se ha trabajado con diferentes tipos de materiales, entre los que los destacan el papel, la tela, la madera y el virulí, entre otras tantas materias primas.
La niña panameña solía jugar con muñecas de trapos confeccionadas generalmente en el hogar materno. Muchas fueron las madres que ayudaron a sus hijas a tejer, bordar y coser camisitas, sabanillas y hasta medias para su pequeñas muñecas de trapo de origen comercial.
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Es una tradición la tertulia vespertina donde unas cuantas sillas son sacadas al portal para disfrutar la brisa de la tarde. Familia panameña 1940-1942 / Fuente: https://www.vintag.es/ |
Durante la época de vacaciones y cuando el clima lo permitía la muchachada de otros tiempos jugaba al clásico "Cocinaito", que era nada más ni nada menos que la preparación al aire libre y de forma improvisada de sencillos alimentos cuyos ingredientes podían obtenerse en la cocina materna (en no pocas ocasiones sin permiso), de algún patio aledaño o en la tienda de abarrotes siempre y cuando la colecta de "sencillo" fuera suficiente efectuar la compra.
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Niños panameños, 1940 -1942 / Fuente: https://www.vintag.es/ |
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Niña Panameña, 1940 -1942 / Fuente: https://www.vintag.es/ |
Los chicos solían jugar con trompos construidos principalmente con madera de guayabo y un clavo que le servía de punta. Asimismo, encontramos el imperecedero yo-yo, que trajo, junto al trompo, largas horas de juego y sana competencia infantil.
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Niños panameños, 1940 -1942 / Fuente: https://www.vintag.es/ |
En muchas comunidades del interior de la República fueron varios los niños que cabalgaron en sus caballitos de palo (madera). “Arre caballito, arre caballito”, gritaba la chiquillada. Son célebres y muy tradicionales las tunas de caballitos de madera en las famosas fiestas de San Juan Bautista de Chitré, que en nuestros tiempos han sido rememoradas en la heroica Villa de Los Santos y otras comunidades del terruño istmeño.
Mientras tanto en las calles y veredas de los barrios, eran habituales los famosos "Carricoches": Scooters hechos de madera y ruedas de patines, adornados con cintas plásticas y espejos. Algunos recordarán las vertiginosas carreras que se hacían desde alguna pendiente donde más de un competidor terminaría con alguna prominente raspada, algo nada extraño en la niñez de aquellos tiempos.
Cada verano el cielo panameño se veía inundado de cientos de cometas, ya que como afirma Dora Pérez de Zarate “el cielo azul y el sol parecen más dorados. Las cometas en las alturas, son flores del aire”. Las mismas eran obras de los niños y a veces de sus padres, que con toda creatividad e ingenio personal cortaban el virulì, lo amarraban con hilo y pegaban papel de seda de diversos y llamativos colores. Al final agregaban una larga cola hecha de retazos de tela. Las había tradicionales o con formas espectaculares hechas al capricho de su autor. Variante de las cometas eran los panderos que, a diferencia de ellas, podían alcanzar grandes dimensiones.
Célebre es el canto del tamborito vernacular que dice en sus coplas y coro:
Cógelo aquí,
cógelo allá,
coge el pandero
que se te va,
Que se te va
y no vuelve más,
coge el pandero
que se te va.
Se acostumbraba igualmente hacer zancos con latas de leche por su resistencia. A estas se le amarraban sogas, las que eran tensadas por el niño al caminar. Para muchos de nuestros infantes, sus horas de ocio eran empleadas para jugar con aros de bicicleta u otra fuente, las que simplemente se empujaban con un pedazo de palo o madera.
El Sinsuan o columpio hecho con neumáticos y sogas aportaron a orillas del rio interiorano horas de sano esparcimiento y diversión. Asimismo, una simple tabla inclinada se convertía en un “Zurra- Zurra” (deslizadera).
Por otra parte, la semilla de nuestras frutas sirvieron para jugar choclo, pepitas, el mongo, etc.
Volvamos la mirada al pasado, meditemos un poco y recordemos por breves segundo nuestra niñez. Y con esa devoción y bríos con los que solíamos jugar, enseñemos a nuestros niños el valor de esos juegos tradicionales del panameño, que en un mundo de violencia y dolor nos proporciona una sana alegría de vivir.
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